REFLEXIONES SOBRE ILUMINACIÓN Y PERCEPCIÓN.

La iluminación no es un premio material, por lo tanto, no se obtiene tras arduas prácticas físicas o aislamiento. Es un reconocimiento de lo que trasciende lo tangible.

La iluminación no reside en la perfección, un concepto humano que juzga y divide entre lo correcto y lo errado. Es una búsqueda y no búsqueda interna, pues simplemente sucede, lejos de los juicios y confines del ego. La perfección y la imperfección son creaciones del ser humano, proyecciones de un ‘yo’ que busca definirse y afirmarse. En la verdadera espiritualidad, estos conceptos se desvanecen, dejando espacio a la auténtica naturaleza del ser. La perfección y la imperfección son del personaje. El Maestro no ve al alumno como tal, sino como una extensión de su propia conciencia.

“El Maestro no ve al alumno como alumno.

El Maestro ve al alumno como su propia proyección”.

Cualquier creencia, o no creencia, vive bajo la sombra de la duda, son dos caras de una misma moneda, se alimentan mutuamente; una no puede existir sin la otra y ambas albergan confusión. La confusión es menor o mayor en proporción al acallamiento que logremos sobre el ‘ruido mental’ que busca cambiar nuestra ideología actual. En la confusión no puede haber paz, por lo tanto, en ninguna creencia absoluta puede existir paz absoluta. La confusión surge de este ciclo, alejando la serenidad.

Con cada esfuerzo, físico y mental, reforzamos el sentido de pertenencia del personaje y fortalecemos el ego. Es en el no esfuerzo donde nos deslindamos del yo ilusorio y nos permitimos ser esencia, sin embargo, el no esfuerzo que requiere esfuerzo solo fortalece al sujeto que busca, y ese personaje también es creación egocéntrica.

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